Ganarme tu cielo sería el premio tras un amor devoto que nunca pregunta y perdona que permanezcas callado. Y ese amor toda mi fe y ganas de creer que se puede, que existe un paraíso para este corazón que reza perdón sin ya saber porqué se le culpa.
Sin flores, sin grandes ceremonias, de tu abrazo mi templo y de tu olor mi incienso.
Pero ay, corazón.
Ya no hay abrazos y no me acuerdo de como olías.
Se hicieron añicos las vidrieras de colores donde quedaron grabados nuestros sentimientos. En escombros sigo esperando una respuesta y mientras tanto se raspan mis rodillas. No existe cobijo, no hay lugar donde procesar tanto cariño.
Y aun así te creo mi techo.
Por encima de mi cabeza... y siempre dentro de ella.